LA CANTANTE CALVA, de Eugene Ionesco
PENTACIÓN ESPECTÁCULOS
SEMANA GRANDE DE FUNDACIÓN CAJAMURCIA
Dirección: Luis Luque
Traducción versión: Natalia Menéndez
Música original: Luis Miguel Cobo
Duración: 80 min
La Tragedia del Lenguaje
En 1948, antes de escribir mi primera pieza, La cantante calva, no quería convertirme en un autor teatral. Ambicionaba simplemente aprender inglés. El aprendizaje del inglés no conduce necesariamente a la dramaturgia. Al contrario, me convertí en un autor teatral porque no logré aprender inglés. He aquí lo que me sucedió: para aprender inglés compré un manual de conversación franco-inglesa. Me puse a trabajar. Copié concienzudamente las frases extraídas de mi manual para aprenderlas de memoria. Releyéndolas atentamente, no aprendí inglés pero sí, en cambio, verdades sorprendentes: que hay siete días de la semana, por ejemplo, lo que, por otra parte, sabía; o bien, que abajo está el suelo y arriba el techo, lo que sabía igualmente pero en lo cual nunca había reflexionado seriamente o lo había olvidado, y que me parecía, de pronto, tan asombroso como indiscutiblemente cierto. En la tercera lección aparecían dos personajes que nunca supe si era reales o inventados: el señor y la señora Smith, una pareja de ingleses. Ante mi gran asombro, la señora Smith informaba a su marido que tenían varios hijos, que vivían en los alrededores de Londres, que su apellido era Smith, que tenían una sirvienta llamada Mary y que tenían unos amigos que se llamaban Martin. Me permito señalar el carácter indudable, perfectamente axiomático, de las afirmaciones de la señora Smith. En las siguientes lecciones aparecían los Martin; la conversación se entablaba entre los cuatro y sobre los axiomas elementales se edificaban las verdades más complejas: El campo es más tranquilo que una ciudad ruidosa afirmaban unos; sí, pero la ciudad es más densa, hay muchos negocios, replicaban los otros, lo que es igualmente cierto y prueba, además, que verdades antagónicas pueden coexistir perfectamente. Tuve entonces una revelación. Ya no se trataba de aprender inglés, mi ambición era mucho mayor: comunicar a mis contemporáneos las verdades esenciales reveladas por el manual. Lo que tenía que hacer, pues, era una pieza de teatro. Escribí así 'La cantante calva'. ¿Y por qué se llama 'La cantante calva'? Se llama así porque ninguna cantante, calva o cabelluda hace su aparición.
Fragmento de NOTAS Y CONTRANOTAS de Eugene Ionesco
67 Años después
Hace sesenta y siete años del estreno de La cantante calva, obra de un autor joven y desconocido al que, según él, no le gustaba el teatro. Eugène Ionesco estrenaba la que, podría decirse, se convertiría automáticamente en una obra culmen del teatro del siglo veinte y una de las obras más representativas del llamado teatro del absurdo. Una gran comedia que es en sí misma una gran tragedia. Así la calificó su autor, todavía perplejo por escuchar las risas del público de París en la noche del estreno.
Una obra que nació a partir de las sentencias reveladoras de un manual para aprender inglés y que revelan nuestro automatismo colectivo, una obra que a través de sus sinsentidos es un fiel reflejo de las sociedades modernas y muestran el absurdo de nuestras acciones que llenan nuestro día a día. Una obra de amplia visión de futuro. Leyendo a Ionesco descubres la mirada extrañada de un niño, un niño que mira a su alrededor y que no entiende la forma de ser y de estar vivos.
Se ha dicho que el teatro de Ionesco, el teatro del absurdo, podía suponer, en cierto modo, un teatro de advertencia social así se llegó a catalogar a algunas de sus obras) creo que esa etiqueta queda obsoleta y que habría que reemplazarla por otra etiqueta que transformara la advertencia en condena. De ahí la urgencia de volver a despertar a la cantante, que su no-canción vuelva a recordarnos el galimatías social en el que nos encontramos y que nos deja tan perplejos y tan desorientados.
Gracias a Jesús Cimarro, a Fernando Tejero, a Adriana Ozores, al Teatro Español de Madrid y a todo mi equipo artístico por creer en este gran sinsentido, en este gran disparate trágico que en cierta medida nos relaja de la desazón de lo inexplicable y de lo misterioso de nuestra existencia.
Luis Luque