¿Qué tendrán los malos que nos gusta mirarlos? ¿Qué morbo se desata en nosotros como espectadores del mal? ¿Qué es lo que hace que, generación tras generación, Ricardo III sea una presencia permanente sobre nuestros escenarios?
Nos produce hilaridad, espanto, pero nadie se lo quiere perder. Nos divierte con su ironía. Él mismo se admira de lo que ha sido capaz. Y con la misma energía nos promete que seguirá y seguirá. Lo quiere todo. Quiere el poder. Le entretiene conseguirlo a despecho de todo, maquinar cómo acceder a lo que todavía no es suyo. Luego en realidad no sabe qué hacer con el poder, le aburre ejercerlo. Lo que disfruta es del vértigo de la caza. Tiene hambre de matar, no mata por hambre.
‘Ricardo III’ es una función plagada de envidias, corrupción, luchas de poder, codicia, injusticia, ‘fake news’, engaños políticos, intereses partidistas… Bueno, lo que viene siendo un día normal en la vida pública española del siglo XXI.
«Nítida y espeluznante fotografía de la naturaleza del poder y de la inapelable perversión de sus mecanismos»
Raúl Losánez (La Razón)
«Uno de los mejores espectáculos de la temporada»
José Miguel Vila (Diario Crítico)
«Una versión brillante, irreverente, provocadora y divertidísima que da un tirón de orejas a nuestro país»
Javier Zurro (El Español)
«Posee una muy lograda potencia visual, un humor negro helador, una crítica a todos aquellos que hacen de la política o de nuestra sociedad una dimensión del mal»
Diego Doncel (ABC)
«Ricardo III es brillante, actual y necesaria: el dibujo en detalle de una caricatura real»
Sergio Granda (Bloguionistas)