Un vendedor de seguros despierta una mañana en una extraña casa en la que viven un hombre y una mujer. Él es un funcionario-francotirador y su esposa neurocirujana. Entre ellos se desarrolla una relación basada en la disfunción, en la desubicación temporal y geográfica y sobre todo la incomunicación, por un lado, entre ellos y, por otro lado, con respecto al mundo. En El Vendedor, desde el primer momento se percibe la historia de un sacrificio, un sacrificio del que es difícil distinguir oficiante y víctima. Es un espacio cerrado con ventana ¿Dónde da la ventana? ¿A la vida? ¿A la desintegración social? En cualquier caso es un punto de observación a la sociedad de hoy, caótica, de difícil definición, en pleno tránsito a un futuro muy incierto, dejándose entrever en la acción que abraza a nuestros personajes. El Vendedor se sitúa en la órbita expansiva del absurdo-realista y está en la frontera de la comedia y la tragedia, alejada en todo momento del drama.