El mercader de Venecia es una de esas obras poliédricas, preciosas y crueles que han hecho de William Shakespeare ese dramaturgo que fascina cada nueva época, que no conoce fronteras ni dogmas y que, aun arrastrando tantas referencias literarias como escénicas desde sus primeras composiciones, se alza siempre sobre el escenario como algo nuevo y extraordinario, renovando la esencia del propio teatro para fortuna de los que amamos el arte de Talía.